El minicuento o microrrelato es
un tipo de relato corto de ficción que puede
utilizar desde una línea hasta trescientas o cuatrocientas palabras. Si bien
pueden tener una estructura similar a la de los cuentos tradicionales, existen
minicuentos que emplean otras formas creativas diferentes. Por su brevedad, un minicuento puede parecerse en ocasiones
a los avisos clasificados de los periódicos, las propagandas de T.V. o los videos
musicales. Sin embargo, existen características que
diferencian al minicuento de este tipo de textos, como las siguientes:
- La intencionalidad artística, al presentar un texto inventado en pocas palabras, recurriendo al uso de narrador, personajes, diálogos, etc.
- La necesidad de un lector colaborativo que esté dispuesto a descubrir las pistas o huellas que le permitan imaginar las situaciones y descubrir otros sentidos.
- La presencia de un final sorpresivo que logra
asombrar o conmover a quien lee el minicuento.
ALGUNOS MINICUENTOS PARA LEER
El manirroto - Gaetano Vergara
Al ver que no había nada para comer, le echó
una mano en la cocina, y ella se la comió asada.
Historia del joven celoso - Henri Pierre Cami
Había una vez un joven que estaba muy celoso
de una muchacha bastante voluble. Un día le dijo:
-Tus ojos miran a todo el mundo.
Entonces, le arrancó los ojos.
Después le dijo:
-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.
Y le cortó las manos. “Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.
Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.
Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.
Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.
Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.
-Tus ojos miran a todo el mundo.
Entonces, le arrancó los ojos.
Después le dijo:
-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.
Y le cortó las manos. “Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.
Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.
Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.
Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.
Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía
estaba allí.
Mensaje - Thomas Bailey Aldrich
Una mujer está sentada sola en
una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han
muerto. Golpean a la puerta.
Viejo payaso - Gaetano Vergara
Detrás de su máscara de viejo payaso se vislumbraba una cara triste e inquieta, pero nadie hubiera pensado que aquel fusil fuera verdadero y la sangre real.
En uno de los cuentos que
integran la serie de lo Mabinogion, dos reyes enemigos juegan al
ajedrez, mientras en un valle cercano sus ejércitos luchan y se destrozan.
Llegan mensajeros con noticias de la batalla; los reyes no parecen oírlos e,
inclinados sobre el tablero de plata, mueven las piezas de oro. Gradualmente se
aclara que las vicisitudes del combate siguen las vicisitudes del juego. Hacia
el atardecer, uno de los reyes derriba el tablero, porque le han dado jaque
mate y poco después un jinete ensangrentado le anuncia: Tu ejército huye, has
perdido el reino.
El soldado - Marcio Veloz Maggiolo
Había perdido
en la guerra brazos y piernas. Y allí estaba, colocado dentro de una bolsa con
sólo la cabeza fuera. Los del hospital para veteranos le compadecían, mientras
él, en su bolsa, pendía del techo y oscilaba como un péndulo medidor de
tragedias. Pidió que lo declarasen muerto y su familia recibió, un mal día, el
telegrama del Army: "Sargento James Tracy, Viet-Nam. Murió en
combate".
El padre lloró amargamente y pensó para sí: "Hubiera yo preferido parirlo sin brazos ni piernas; así jamás habría tenido que ir a un campo de batalla".
El padre lloró amargamente y pensó para sí: "Hubiera yo preferido parirlo sin brazos ni piernas; así jamás habría tenido que ir a un campo de batalla".
CREANDO MINICUENTOS
Para escribir un minicuento debes tener en cuenta que su historia debe estar condensada en pocas palabras, pero las suficientes para crear un marco (lugar, tiempo y personajes) que lleve al lector a múltiples lecturas o interpretaciones y revele situaciones extrañas, imprevistas o cotidianas.
Al igual que el resto de la narrativa, el minicuento puede tener un final de cualquier tipo: abierto, circular, feliz, trágico, etc. y su temática puede ser variada: sueños, paradojas, sátiras, humor; recrear mitos o inventarlos; retomar pasajes de la literatura, de la historia, crear zoologías y biologías fantásticas; y, por supuesto, hablar de pasiones humanas: el amor, la traición, la dignidad, el duelo, el conocimiento y todos los temas que abarquen nuestra imaginación.
Algunas ideas para comenzar a escribir nuestro minicuento:
- Eliminar o reducir al mínimo el desarrollo/nudo, centrándose en el clímax para generar un desenlace final que provoque pasmo en el lector.
- Continuar el siguiente
texto pensando previamente quién lo protagonizará: "Estábamos sentados en
el medio del salón cuando..."
- Crear un animal fantástico que irrumpa en la vida de una persona, o que tenga reacciones y sentimientos humanos, o que tenga un nacimiento o final insólito.
- Contar un episodio imaginario, Basado en un hecho o personaje conocido, de ficción o histórico.
- Comenzar el relato por la complicación o clímax: "De pronto..."
Páginas consultadas
- Contar un episodio imaginario, Basado en un hecho o personaje conocido, de ficción o histórico.
- Comenzar el relato por la complicación o clímax: "De pronto..."
Páginas consultadas
http://galef.galeon.com/ruta.htm
http://eduardoberti.blogspot.com/2007/10/el-minicuento-segn-harold-kremer.html
http://eduardoberti.blogspot.com/2007/10/el-minicuento-segn-harold-kremer.html